Ramón Elejalde
Arbeláez
La crisis en la
construcción de Hidroituango, que tiene al proyecto fuera de control, ha dejado
las arcas de Empresas Públicas en serios aprietos y proyectando escenarios
futuros para poder sortear las eventualidades que se le presenten y salir lo
mejor librada del trance. Esas dificultades de la hidroeléctrica también han
desnudado dos hechos preocupantes y notorios: el sobreendeudamiento y la
macrocefalia burocrática que tiene EPM. Así pues, son realmente tres los
megaproblemas de la que ha sido nuestra empresa emblemática y no uno como
creemos los colombianos.
La responsabilidad
que tiene el H. Concejo de la ciudad no es pequeña y estoy seguro, sin ser
ingeniero, pero aplicando sentido común, de que mientras no se conozca la
realidad de lo que sucedió en casa de máquinas de la hidroeléctrica no se deben
tomar decisiones de vender activos de la Empresa. Mi argumento es muy sencillo:
Si al abrir el túnel de la casa de máquinas y volver a tener bajo control la
obra, la ingeniería conceptúa que la obra es inviable por cualquier
circunstancia, no creo que sea necesaria la venta de los activos o al menos
todos los propuestos. Por el contrario, si hay viabilidad de continuar la
construcción, el dinero para recaudar se debe proyectar conforme a las
necesidades descubiertas y realmente valoradas. Me atrevo a realizar esta
propuesta por la improvisación con la cual se ha manejado la crisis y la
entiendo, estamos frente a un hecho incontrolado y de futuro incierto. Para
muestra un botón: se dijo que en octubre de este año se podría ingresar a la
casa de máquinas, luego que en febrero del año entrante y estoy seguro de que
en esta segunda fecha tampoco se podrá hacer.
Las deudas de EPM son
altas, aunque la credibilidad en las entidades financieras sigue siendo
respetable, sólo ahora venimos a saber que tenemos una deuda cercana a los dieciocho
billones de pesos, que es realmente elevada, en épocas normales una deuda
llevadera, pero en esta coyuntura el tema es complejo y agrava los escenarios.
A esto es necesario agregarle los siete billones que reclama la Empresa para la
contingencia de Hidroituango.
El tercer cáncer de EPM
es la numerosa burocracia de la cúpula que inexplicablemente se ha incrementado
de algunos años para acá. Los altos directivos, los que hicieron eficiente la
Empresa, eran hace algunos pocos años algo así como ciento veinte personas, en
la matriz del conglomerado. Hoy son cercanas a doscientos cincuenta altos
ejecutivos, que le cuestan a la entidad algo así como cien mil millones de
pesos anualmente. La macrocefalia es impresionante y los sueldos bien jugosos.
Las vicepresidencias o similares pasan de quince y en algunas de ellas existen
favorecimientos con amigos o allegados a quienes han encargado para devengar
bien y conservar las prerrogativas de ser trabajadores oficiales. Se vaticina
que para disminuir costos se pretende despedir funcionarios, ingenieros o
empleados rasos, cuando el mal está en la cúpula y que solamente esperan la
decisión del H. Concejo para proceder.
Finalmente, como en
esta crisis hay que actuar como en el juego de todos ponen, es apenas lógico
que el señor alcalde de la Ciudad renuncie a parte importante de las
transferencias que EPM le hace a Medellín. No puede ser que, frente a semejante
encrucijada, la Ciudad pretenda recibir como si Empresas Públicas fuera aún el tío
rico de la familia.
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